
Prólogo necesario
Cada chimenea, hornalla y corazón argentino guarda un clic que cambió para siempre la forma de encender el fuego. Ese sonido constante, sencillo e inolvidable vino de la mano de Magiclick, un encendedor diseñado por Hugo Kogan. En un país donde el diseño industrial apenas asomaba, él lo transformó en una herramienta para mejorar la vida diaria. Kogan no fue solo un creador de objetos: fue un poeta de la industria, un maestro que aprendía de la gente y devolvía objetos que duraban, acompañaban y encendían historias.
El escultor con botón de encendido
Nació el 12 de junio de 1934 en Buenos Aires, en una familia que vio en él una chispa creativa. De niño moldeaba esculturas; de adolescente, se formó como técnico mecánico. Intentó la carrera de Arquitectura en La Plata, pero la abandonó. Ya entonces comprendía que el diseño no debía ser solo forma, sino solución, emoción y uso. Trabajó para Philips, Tonomac y otras empresas antes de convertirse en el creador de uno de los productos más emblemáticos del siglo XX argentino.
El color de una época: su participación en el TV Noblex Micro 14
A fines de los años 60, la empresa Noblex buscaba revolucionar el mercado de televisores portátiles con su modelo Micro 14. Aunque el diseño de las carcasas de colores fue obra del célebre Roberto Napoli, Hugo Kogan también participó en el desarrollo técnico del producto, aportando su mirada sistémica y funcional en una época donde el diseño comenzaba a profesionalizarse en el país. Mientras Napoli esculpía a mano los modelos de madera balsa, Kogan colaboraba en armonizar los componentes tecnológicos con la forma final del aparato. El Micro 14 fue un hito del diseño industrial argentino: compacto, accesible y con un lenguaje visual moderno. Su impacto trascendió las fronteras del producto para convertirse en un ícono de la vida cotidiana argentina, del mismo modo que el Magiclick. Allí también, aunque con perfil bajo, Kogan dejó su huella.

Frecuencias del futuro: las radios Tonomac
Entre 1960 y 1979, Hugo Kogan fue director del Departamento de Diseño en Tonomac, donde lideró una de las etapas más fértiles del diseño electrónico argentino.
Allí dio vida a modelos emblemáticos como la radio Lark y sus tres versiones históricas —Platino, Súper Platino y Lark—, radiorreceptores de seis bandas que representaron un salto estético y técnico para la industria nacional.
Con estas creaciones, Kogan no solo construyó aparatos: confeccionó soluciones pensadas para el usuario, equilibrando funcionalidad, diseño y accesibilidad. Eran radios que, incluso apagadas, ya hablaban el lenguaje de la modernidad.

Magiclick, la chispa que prendió la historia
En 1963, Kogan dirigía el departamento de diseño de la empresa Aurora. Su dueño, Ernesto Vainer, volvió de un viaje a Japón con un dispositivo piezoeléctrico que generaba una chispa al ser presionado. Le encargó a Kogan adaptarlo al hogar argentino. Así nació el Magiclick: un encendedor sin gas ni fósforo, práctico y duradero. La empresa proyectaba vender 5.000 unidades por mes. Recibió pedidos por 80.000.Su durabilidad estaba garantizada: 950.000 chispas, lo que equivalía a 25 chispazos diarios por 104 años. Fue un éxito rotundo en Argentina, Brasil y España. Se convirtió en genérico: nadie decía “encendedor piezoeléctrico”, todos decían “Magiclick”. Pero Kogan nunca registró la patente. No cobró regalías. Y con ironía amarga decía: “En mi casa uso fósforos”. Llamó al invento un karma. Lo amaban todos, menos él.

Más que un objeto: el pensamiento detrás del diseño
Encasillar a Kogan como “el del Magiclick” sería una injusticia. Diseñó más de 200 productos: electrodomésticos, bienes de capital, máquinas textiles, hardware, equipamiento urbano, ferroviario, médico. Su enfoque no era el objeto aislado: era el sistema. No diseñaba “cosas”, diseñaba experiencias. Creía que el diseño debía ser bello, útil, socialmente relevante. No hablaba desde el ego, sino desde el compromiso.
Un mentor que encendió mentes
Fue figura clave en la institucionalización del diseño industrial argentino. Co-fundador de la carrera en la UBA, referente del Centro de Investigación del Diseño Industrial, impulsor de departamentos de diseño en empresas nacionales, miembro activo del CMD, la Fundación IDA y el Premio Innovar. Para sus colegas, fue un sabio provocador. Wustavo Quiroga dijo: “Kogan no diseñaba cosas. Diseñaba experiencias de vida”.
El humor y el tembladeral
A Kogan también lo recordaban por su humor ácido y su espíritu curioso. En sus últimos años, participaba de reuniones llamadas “El tembladeral”, donde se grababan charlas entre diseñadores. Discutían con libertad, dibujaban, se provocaban. Decía con picardía: “Cuando se publiquen estas charlas, va a temblar la tierra”.
Reconocimientos que no se oxidan
Fue homenajeado en vida: tres premios Konex, el Premio a la Trayectoria de la Academia Nacional de Bellas Artes, la distinción de Personalidad Destacada en Ciencia y Tecnología. Sus diseños están en el Museo de Arte Moderno, el Malba y hasta el Centro Pompidou. No fue millonario ni famoso para las masas, pero su obra perdura como un rumor constante de inteligencia aplicada al bien común.
Epílogo Atemporal
Hugo Kogan murió el 27 de mayo de 2023, pocos días antes de cumplir 89 años. Nos dejó mucho más que un encendedor. Encendió una forma de pensar. Dejó una lección: diseñar no es decorar el mundo, sino mejorarlo. Como Bíró con la tinta, Kogan con el fuego: ambos encendieron una era. Por eso, cada vez que suena ese clic en una cocina argentina, algo de su espíritu sigue vivo. Una chispa que no se apaga.